Recuerdos "Avant Garde" - Más sobre Steve Jobs


Autor: Ana María Pérez Ferreira

Profesora de Adobe® Photoshop® y de Adobe® Indesign® CS 5 de Profexor.com

Mucho se ha escrito de Steve Jobs, a raíz de su muerte, aunque también desde antes, porque en este siglo se terminó de consolidar su trabajo, sus creaciones que han dado lugar a su enorme fama y ahora hablamos también de su legado. Eso ya se sabe y para quien aún no, Apple es considerada una de las empresas más valiosas, no estoy segura si sigue primera o está segunda, ya que no estoy al pendiente de los rankings. La cuestión es que esos logros y avances que ha tenido la compañía en muchísima medida se le deben al fundador y ex CEO de Apple.

Pero desde el miércoles pasado, me he encontrado con muchas opiniones, casi todas positivas, pero también indiferentes y de personas que me han dicho, “pero si no lo conocías”. Bueno, claro que no lo conocía. Es por eso que no voy a escribir de él, hay muchísimos artículos al respecto. Pero lo que sí es cierto es que los productos Apple me cambiaron la vida. ¿O me dieron una nueva? Se me ha hecho difícil transmitir en palabras ese significado que para mí ha sido profundo y me ha marcado. Es por eso que quiero compartirles, en breves líneas, por qué mi vida cambió cuando vi una Mac por primera vez.

Digo “vi”, porque ese recuerdo visual es imborrable. Fue a mediados de 1987, tenía 20 años y trabajaba para un periódico en horario nocturno. Era mi primer trabajo, para el que me sentaba alrededor de 8 horas a transcribir artículos a la mayor velocidad que mis dedos podían alcanzar. El periódico había contratado a una empresa que le rentaba las máquinas en una oficina de un piso superior. En uno de mis descansos nocturnos, traspasé la puerta que separaba a “tipeadores” de “armadores”.

Y en ese ambiente juvenil (ninguno superaba los 22 años) con trasfondo de The cure (sonaba Killing an arab), me encontré con algo totalmente diferente. Bastó con verla para querer tocarla. Ésa fue la primera sensación que tuve. En primer lugar, era una computadora en blanco y negro, al lado de las otras que usaba para transcribir los artículos del periódico, con pantallas negras y letras verdes. Era mucho más pequeña, compacta y el sonido que hacía al prender (el primer startup chime de la mac) era muy distinto, intrigándome desde la oficina de al lado.

Cuando pregunté qué era, me dijeron “Es una Mac”. “¿Y para qué la usan?” Quien al tiempo se convertiría en mi mejor amigo, me diría: “para diagramar los artículos, los transferimos de PC a Mac y aquí les colocamos la fuente, el tamaño… mirá”.

Y observé, cómo seleccionaba el texto, elegía un tipo de letra para el título, otro para el cuerpo del artículo, le daba caja y así, con ese sencillo tratamiento, se mandaba a imprimir (sería justo decir que lo que estaba usando era Word para mac ¡en su primera versión!).

Lo que más me impactó justamente fueron los tipos de letra. Y creo que todos estábamos fascinados con eso. No recuerdo bien ahora, pero creo que eran 11 tipos los que teníamos, entre ellos, Helvetica, Avant Garde, Palatino, Bookman… Allí tuve mi primer encuentro con la tipografía y ahí me enteré que había dos grandes familias tipográficas, serif y sans serif. No es que la PC no tuviera esos tipos de letra, de hecho, creo que sí los tenía, pero no se veían y la interfaz todavía era DOS (¡y no tenía ratón!).

La resolución de la mac era impecable cuando se le colocaba el título en uno de los tamaños predeterminados. Se podía observar elegantemente el texto “sin serrucho”, sin el dentado que aparecía al colocarle un tamaño que no estaba dentro de los preestablecidos (por ejemplo, 72pt). En poco tiempo todo eso evolucionaría para que el monitor pudiera representar con perfecta definición cualquier tamaño de letra (PostScript mediante, pero esa ya es una historia de Adobe).

Desde ese momento, lo único que hice fue tratar de pasar más tiempo con ese aparatito con ratón acoplado. Hasta el ruido del teclado me gustaba. En los siguientes meses, cambié de un trabajo a otro, pero siempre con la suerte de trabajar con Macintosh.

En poco tiempo conocí las aplicaciones Adobe, el primer Illustrator, Aldus PageMaker, y desde ahí nunca me detuve. Éste es mi pequeño homenaje personal a Apple, y aunque también uso PCs, por supuesto, mi vida cambió esa madrugada de invierno en Montevideo, cuando por primera vez “pinté” un texto en una pantalla para colocarle una letra redondeada y bonita, sin saber que el futuro me depararía estar siempre al lado del diseño, buscando la belleza siempre. Avant Garde. Había encontrado lo que amaba.
Gracias Steve.

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